Cultura
El valenciano José Sanchis Sinisterra, Premio Max de Honor 2018
Figura clave en la historia contemporánea de las Artes Escénicas, el comité organizador ha resaltado su inmensa trayectoria, su compromiso social y su carácter emprendedor
El comité organizador de los Premios Max de las Artes Escénicas da a conocer hoy, 13 de abril, el Premio Max de Honor 2018, que ha sido otorgado por unanimidad al dramaturgo, director y pedagogo teatral José Sanchis Sinisterra, por ser una figura clave en la historia de las Artes Escénicas. El comité, que ha resaltado su inmensa trayectoria, su compromiso social y su carácter emprendedor y renovador de la dramaturgia, hace público el galardón mediante este comunicado.
El autor valenciano recibirá el galardón el próximo 18 de junio durante la ceremonia de entrega de la XXI edición de los Premios Max de las Artes Escénicas que organiza la Fundación SGAE. A tenor de esta mención, Sanchis Sinisterra ha declarado que supone “un reconocimiento del gremio” y que coincide con una circunstancia temporal curiosa: “Cumplo 60 años de profesión en el teatro. Seis décadas perpetrando textos, muchos años, muchos textos. Creo que el Premio Max es un reconocimiento a haber permanecido fiel a esta actividad”. (Ver entrevista completa).
José Sanchis Sinisterra nace en Valencia en 1940. De naturaleza inquieta, su primera aproximación al teatro surgió en las aulas de su colegio, con las representaciones escolares. “Fue un inicio tópico donde descubrí el placer de crear y de exhibir ante el público”, recuerda. Desde entonces, más de 40 obras estrenadas, 3 espacios escénicos fundados, cientos de talleres y clases magistrales impartidas y 15 premios recibidos, como el Premio Nacional de Teatro o el Premio Max a Mejor Autoría Teatral, que avalan una trayectoria impecable dedicada a las Artes Escénicas.
Cien autores en uno
Director, escritor y dramaturgo, al alcanzar la mayoría de edad adivinó en la labor creativa una fuente de gozo que le ha convertido en uno de los autores más prolíficos e innovadores de la escena española. “Encuentro placer en plantearme problemas a la hora de la escritura o de la puesta de escena, para no repetirme, no mecanizarme y para descubrir aspectos de mí mismo y de mi entorno que con un exceso de oficio a veces se soslayan. Me gusta que mis obras parezcan escritas por autores distintos, me defino como un autor sin personalidad”, subraya.
Títulos como ¡Ay, Carmela! (1986), texto con mayor número de visitas de un autor español vivo, considerado un clásico de nuestro teatro contemporáneo y adaptado al cine por Carlos Saura, Ñaque o de piojos y actores (1989), El lector por horas (1999) o Sangre lunar (2001) atestiguan el carácter transgresor de su pluma.
“Ha habido un permanente enriquecimiento de mi trabajo como dramaturgo a través de las actividades como director y de relacionar el teatro con otras disciplinas como la psicología, la historia o la filosofía”, continúa este autor, que jamás obvió el valor del texto para la puesta en escena.
En su larga trayectoria teatral ha sido testigo de lo que llama “varias actas de defunción del teatro de texto”. “En los años 70 se afirmaba que la literatura dramática era un anacronismo, un lastre, que el teatro se creaba en el grupo, en el colectivo teatral…”, lamenta. “Yo siempre he reivindicado esa dimensión literaria del teatro, la exploración solitaria del dramaturgo y me he dedicado toda la vida a fomentar a través de talleres, cursos y seminarios la formación de autores y autoras”, agrega.
Espíritu emprendedor y comprometido
Licenciado en Filosofía y Letras, Sanchis Sinisterra ha compaginado su carrera como profesor con la de autor dramático. “He podido vivir más como docente que del teatro. No depender de la escritura de mis obras y de los montajes para sobrevivir me ha facilitado tener una gran libertad para escribir, sin importarme que algunas de mis obras se quedaran en el cajón, como me ha pasado”, apunta.
Estudioso de los límites y las fronteras de la teatralidad, de la implicación con el público y de espíritu renovador, fundó “tinglados”, como le gusta decir, o espacios colaborativos para promocionar la escritura y la investigación. Una faceta emprendedora que arrancó en 1977 en Barcelona, cuando fundó el Teatro Fronterizo, continuó con la Sala Beckett en 1988 y que ha culminado con el Nuevo Teatro Fronterizo o “La Corsetería” en el barrio madrileño de Lavapiés. El espacio recibió el Premio Max a la Contribución en 2010 y en él se realizan experiencias con colectivos en riesgo de exclusión e interculturales y dramaturgias inducidas para hablar de temáticas que no siempre funcionan en la cartelera.
“Recorrí diversos barrios y Lavapiés me pareció el futuro del mundo. El mundo será mestizo o no será, pensé. Esto es Lavapiés, es nuestra responsabilidad tratar que esos colectivos encuentren un territorio de resonancia común y en este espacio se está produciendo una verdadera efervescencia”, confiesa el escritor.
“Solo se tiene lo que se comparte, lo que yo de alguna manera en mi trabajo solitario estoy urdiendo para ampliar las fronteras de la dramaturgia y del teatro, si me lo quedo para mí solo no me resulta interesante ni fértil. Esta fertilidad viene de ponerlo en contacto y fricción con otros creadores que lo transformarán, modificarán, lo traicionarán y lo convertirán en su propia sustancia creativa”, concluye.
Una vida de reconocimientos profesionales
Entre sus numerosos premios constan el Premio de Teatro «Carlos Arniches» (1968), el Premio de Poesía «Camp de l’Arpa» (1975), el Premio Nacional de Teatro (1990), el Premio «Federico García Lorca» (1991), el Premio de Honor del Institut del Teatre de Barcelona (1996), el Premio «Max» al Mejor Autoría Teatral (1999 y 2000), el Premio Nacional de Literatura Dramática (2003), el Premio «Life Achievement Award» del XXIII International Hispanic Theatre Festival de Miami (2008), la Medalla del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) (2010), el Premio «Adolfo Marsillach» de la Asociación de Directores de Escena de España (ADE) a una Labor Teatral Significativa (2014), y, más recientemente, el Premio de la Red de Teatros de Lavapiés (2016), el Premio «a toda una carrera» de la Federación Española de Teatro Universitario (2016), el Premio «Palma de Alicante» de la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos (2016), y el Premio «Max» de Honor (2018).
Anteriores premiados
En los años anteriores el galardón ha recaído en Salvador Távora (2017); Lola Herrera (2016); Rosa Maria Sardà (2015); María de Ávila (2014); Ana Diosdado (2013); Julia Gutiérrez Caba (2012); José Monleón (2011); Josep Maria Benet i Jornet (2010); Miguel Narros (2009); Víctor Ullate (2008); Fernando Arrabal (2007); Pilar López (2006); José Rodríguez Méndez (2005); Francisco Nieva (2004); Alfonso Sastre (2003); José Tamayo (2002); Antonio Gala (2001); Adolfo Marsillach (2000); Antonio Buero Vallejo (1999) y en el Teatro de la Zarzuela (1998).
Tres premios especiales
Además de las 19 categorías a concurso de los Premios Max de las Artes Escénicas, el comité organizador concede dos premios especiales: Max de Honor y Max Aficionado o de Carácter Social. Asimismo, este año comienza su andadura el Premio Max del Público, que permitirá a los espectadores valorar sus espectáculos favoritos.
Organizados por la Fundación SGAE desde 1998, los Premios Max, cuyo galardón está diseñado por el poeta y artista plástico Joan Brossa (Barcelona-1919/1999), impulsor de uno de los colectivos renovadores del arte español de posguerra, se han consolidado a lo largo de estos años como el reconocimiento más amplio en el ámbito de las Artes Escénicas en el Estado español.
El comité organizador de la 21 edición de los Premios Max de las Artes Escénicas está compuesto por Inés París, presidenta de la Fundación SGAE; Juli Disla, director institucional de Artes Escénicas de la Fundación SGAE; Paloma Pedrero, vicepresidenta del Colegio de Gran Derecho de la SGAE, y los autores Eduardo Galán, Ana Graciani, Juan Luis Mira, Teresa Nieto, Pera Tantiñá y Joan Vives.